La composición del hombre SEGÚN LA BIBLIA

 El ser humano (ADAN en hebreo) es un ser tripartito, el cual se compone de un cuerpo que se reproduce, se origina a partir DE LA CONCEPCIÓN, de un alma, el cual es intangible pero que expresa lo que somos perfectamente, y un espíritu, el cual también es intangible, pero que es aquella parte del ser más cercano a Dios.

Las tres partes conforman al ser humano. Las tres son la persona, y el uno no puede vivir sin el otro. Las tres partes están unificadas y si uno de las partes es quitada, fallece la persona. Deja de ser, sin embargo, algunos versículos de la Biblia sugieren que tanto el término alma como espíritu (ruaj en hebreo) pueden usarse intercambiablemente DEPENDIENDO DEL CONTEXTO. Claramente, alma y espíritu son dos cosas diferentes.

Es en el cuerpo donde experimentamos el frio, el calor y todas las sensaciones que nos provocan el mundo exterior. Usamos nuestro cuerpo para interactuar con otras personas de diversas formas (Cantares 1:12-13, 1 Juan 2:16). En el cuerpo hay química, y esa química es la que nos hace experimentar sensaciones buenas o perversas (salmo 126:2, Eclesiastés 7:3). Es a través del cuerpo donde muchas veces manifestamos lo que tenemos por dentro (Eclesiastés 4:1c)

Y aunque el cuerpo de por sí no es malo, está lleno de debilidades e inclinaciones que nos pueden llevar al pecado (1 Co 6:13, 18). Tenemos un cerebro con el que procesamos nuestros pensamientos y miembros con el que ejecutamos lo bueno o lo malo que pensamos. En este sentido, el cuerpo es el ejecutor de nuestros pensamientos. Somos lo que pensamos. Pero se nos demanda que guardemos el cuerpo y no le hagamos daño, ya que incluso el cuerpo pertenece a Dios y debemos honrar a Dios con él (1 Co 6:13,20). Con él también exaltamos al Creador (1 Tim 2:8, salmo 63:5)

Con este mismo cuerpo bendecimos a Dios y a los hombres por medio de nuestra boca, aunque también podemos hacer lo contrario (Stg 3:9-11). Por nuestra boca confesamos lo que hay en nuestro corazón (Ro 10.10). Con el asimismo mostramos pudor y modestia, las cuales son reflejo de lo que hay en el corazón y lo que profesa nuestra voluntad (1 Timoteo 2:9). Es este mismo cuerpo también el que se desvanece en el muerte y vuelve al polvo,  a la nada (Eclesiastés 12:7, Gen. 3:19).

Durante la resurrección de los muertos en la gran manifestación de nuestro gran Rey Jesucristo (Tito 2:13),  el cuerpo será transformado (1 Corintios 15:42-44). Ocurrirá la misma transformación que tuvo Jesús en su transfiguración en el monte alto (Mateo 17:2). Nuestro cuerpo natural no tiene acceso al cielo (1 Tes 4:17), pero como bien dijo Pablo: “si hay cuerpo terrenal o natural, también hay uno espiritual” (1 Corintios 15:44). Mientras que el cuerpo natural se desgasta y muere (2 Co 4:16), el cuerpo resucitado es totalmente diferente (1 Co 15:53)

Ahora bien, el cuerpo es el envase, el depósito del alma y del espíritu (1 Tes 5.23).

El alma y el espíritu son intangibles del ser humano. No forman parte de los animales (Eclesiastés 3:21), o por lo menos, no así el alma, la cual contiene la voluntad, la mente y las emociones. En cuanto al espíritu, ésta es la parte del ser humano más cercana a Dios y es al que regresa precisamente al cielo a la persona morir. Miremos cómo describe Pablo este suceso:

Eclesiastés 12:7

Tu cuerpo vino de la tierra, y cuando mueras, regresará a la tierra. Pero tu espíritu vino de Dios y cuando mueras, regresará a Dios.

Entonces, el alma ocupa la voluntad, el YO, los deseos, lo que pensamos, la personalidad, y los deseos. Debido a esto, el alma no está sujeta a Dios, sino a los deseos mundanos o del propio yo (1 Juan 2:17). Ahí mismo es donde se generan los pensamientos y deseos más perversos del hombre. Al alma (nephesh en hebreo) también se le llama corazón en algunos contextos (el corazón, es decir la mente, es parte del alma en sí). Traduciendo la palabra nephesh al español, podemos ver que su significado principal es “vida”, “ser viviente”, “alguien”. Es por eso que muchas veces, también se usa esta misma palabra para animales. Veamos lo que dice el libro del profeta Jeremías:

Jeremías 17:9-10 “Engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso; ¿quién lo conocerá? Yo Jehová, que escudriño la mente, que pruebo el corazón, para dar a cada uno según su camino, según el fruto de sus obras.”


Y este otro versículo:

Proverbios 4:23 “Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.”

De manera tal que todo lo que pensemos, eso reflejaremos en el cuerpo, a través de nuestras acciones, gestos, palabras, manera de vestir y de vivir en general (Ef 4:29). Porque recordemos, de la abundancia del corazón habla la boca (Lc 6:45)

El hombre bueno, del buen tesoro de su corazón saca lo bueno; y el hombre malo, del mal tesoro de su corazón saca lo malo; porque de la abundancia del corazón habla la boca.

De esa manera Pablo exhorta a que renovemos el espíritu de nuestra mente (Ef 4:23), como asimismo nuestro Señor Jesucristo enfatizó el hecho de negarse a sí mismo (Mt 16:24), lo que quiere decir que no debemos ceder a nuestros propios deseos malignos, los cuales nos separan de Dios. DIOS NOS REGALÓ UNA LINDA PERSONALIDAD, PERO DEBEMOS DESECHAR LO MALO, LA ENVIDIA, EL ENOJO Y TODO LO PARECIDO (Ef 4:31-32) PARA SALVAR EL ALMA DEL FUEGO, YA QUE ES EL ALMA LA QUE ES DESTERRADA Y ENJUICIADA AL FINAL DE LOS TIEMPOS.

En cuanto al espíritu, se puede definir como el aliento de vida (ruaj en hebreo, neuma en griego, prácticamente comparten el mismo significado y sentidos).

Con esto podemos decir que el ser humano no es ni espíritu, ni solamente materia (cuerpo), sino que está conformado por un cuerpo, un alma, y un espíritu (1 Tes 5:23, y todo ello conforma un ser viviente, a lo cual la Escritura a veces llama en algunas partes “alma”. A pesar de ello, si se nos demanda SER ESPIRITUALES (Ro 13:14) (que es diferente a ser espíritu) en contraposición a ser carnales (dejarnos llevar por los deseos inmundos del cuerpo, como dice Gálatas 5:16) o almáticas (dejarnos llevar por las emociones, como lo dice (Stg 1:6)

Importante decir que alma, espíritu y cuerpo, si bien están juntos, son separables (2 Pedro 1:14-15, Hebreos 4:12, 2 Co 12:2-4)