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Que un cristiano debe orar es algo que todos entienden. La
pregunta que surge con frecuencia es: ¿cómo debemos orar?
La pregunta es muy válida y al respecto debemos recordar que
aún los discípulos de Jesús le pidieron instrucciones para orar.
“Aconteció que estaba Jesús orando en un lugar, y cuando
terminó, uno de sus discípulos le dijo: Señor, enséñanos a orar, como también
Juan enseñó a sus discípulos” (Lucas 11:1). Dicho simplemente, orar significa
comunicarnos con Dios. Y como con cualquier otra relación personal, la
interacción con Dios progresa a medida que pasamos más tiempo con Él.
Como lo indicara el discípulo del Señor, la oración no es
algo que brota naturalmente de nosotros—es algo que nos deben enseñar. La
inspirada palabra de Dios nos da las respuestas para las preguntas más comunes
acerca de la oración.
¿A quién debemos orar?
Elías y otras personas del Antiguo Testamento le oraron a
Dios. El apóstol Pablo hizo referencia a orar a Dios en las epístolas que
escribió a los cristianos que estaban viviendo en la ciudad pagana de Corinto
(1 Corintios 11:13 y 2 Corintios 13:7).
Jesús enseñó a sus discípulos a orar a “nuestro Padre”
(Mateo 6:6). Jesús mismo le dijo a la horda que lo arrestó en el huerto de
Getsemaní que Él podría orar a su Padre en ese mismo instante y sería rescatado
(Mateo 26:53).
Después de su resurrección, Jesús
le dijo a María Magdalena que no lo tocara porque aún no había ascendido al
cielo. Él le pidió a ella que les dijera a los demás: “Subo a mi Padre y a
vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17).
¿Cuándo debemos orar?
En el salmo 55:17, el rey David
dijo: “…tarde y mañana y a mediodía oraré y clamaré”. Daniel también oraba a
Dios tres veces al día (Daniel 6:10, 13).
Hay varias referencias a la oración
en mitad de la tarde—“a la hora novena”. El punto es que no hay un momento
errado para orar, y debemos orar regularmente. Pablo llegó a decir: “orad sin
cesar”—con lo cual quería señalar que la oración debía ser una parte regular y
consistente de nuestra vida diaria y no algo que hacemos únicamente en momentos
difíciles (1 Tesalonicenses
5:17).
¿Cuán largas deben ser nuestras
oraciones?
Cuando Jesús eligió a sus
discípulos, Él estuvo toda la noche orando.
“En aquellos días él fue al monte
a orar, y pasó la noche orando a Dios. Y cuando era de día, llamó a sus
discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles”
(Lucas 6:12-14).
Sin embargo, esta fue una ocasión
especial. Jesús eligió a los 12 apóstoles y les advirtió que no debían orar
como los hipócritas, paganos o escribas.
“Y cuando ores, no seas como los
hipócritas; porque ellos aman el orar en pie en las sinagogas y en las esquinas
de las calles, para ser vistos de los hombres; de cierto os digo que ya tienen
su recompensa. Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta,
ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te
recompensará en público. Y orando, no uséis vanas repeticiones, como los
gentiles, que piensan que por su palabrería serán oídos” (Mateo 6:5-7).
“Y les decía en su doctrina:
guardaos de los escribas, que gustan de andar con largas ropas, y aman las
salutaciones en las plazas, y las primeras sillas en las sinagogas, y los
primeros asientos en las cenas; que devoran las casas de las viudas, y por
pretexto hacen largas oraciones. Estos recibirán mayor condenación” (Marcos
12:38-40).
El capítulo 18 de 1 de Reyes
relata la confrontación entre Elías y los 450 profetas de Baal. Después de
haber preparado su ofrenda, los profetas de Baal oraron a su dios todo el día,
desde la mañana hasta el momento del sacrificio de la tarde. Ellos gritaban y
se cortaban tratando de obtener una respuesta de Baal.
Finalmente, Elías dijo: “Eterno
Dios de Abraham, de Isaac y de Israel, sea hoy manifiesto que Tú eres Dios en
Israel, y que yo soy tu siervo, y que por mandato tuyo he hecho todas estas
cosas. Respóndeme, Eterno, respóndeme, para que conozca este pueblo que tú, oh
Eterno, eres el Dios, y que tu vuelves a ti el corazón de ellos” (1 Reyes
18:36-37). Estas palabras eran las palabras necesarias para que Dios
respondiera y se revelara a sí mismo de una forma poderosa a todos los que
estaban presentes.
¿Debemos orar en público o en
privado?
Eso depende de las
circunstancias. Hay momentos, por supuesto, en que las oraciones en público son
apropiadas, tales como los servicios en la Iglesia, una boda o un funeral.
Jesús con frecuencia estaba solo
cuando oraba (Mateo 14:23; Marcos 1:35; Lucas 4:42).
En el sermón del monte, que
encontramos en Mateo capítulos 5, 6, 7, Jesús nos instruyó a que cuando
oráramos fuéramos “en secreto”: “Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y
cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo
secreto te recompensará en público” (Mateo 6:6).
¿Porqué o por quién debemos orar?
Jesús dijo que debiéramos pedirle
a nuestro Padre para que su Reino viniera y su voluntad fuera hecha—esto
incluye orar por la obra que la Iglesia debe hacer. Se nos dice que debemos
pedir por nuestras necesidades diarias, por perdón y para que nos libre del mal
(Satanás) (Mateo 6:9-13). Él también nos dijo que debíamos orar por todos
aquellos que nos perseguían y decían toda clase de mal contra nosotros (Mateo
5:44).
En su epístola, Santiago escribió
que debíamos orar los unos por los otros (Santiago 5:16). Pablo dijo que
debíamos orar por todas las personas: “Exhorto ante todo, a que se hagan
rogativas, oraciones, peticiones y acciones de gracias, por todos los hombres;
por los reyes y por todos los que están en eminencia, para que vivamos quieta y
reposadamente en toda piedad y honestidad” (1 Timoteo 2:1-2).
¿Existe una postura específica
para orar?
La Biblia nos da ejemplos de
personas que oran de pie, de rodillas, postrados en tierra y sentados.
El rey Salomón, como aparece en 1
Reyes 8:22, oró de pie, pero también oró cuando estaba de rodillas ante el
altar (1 Reyes 8:54). Jesucristo, el profeta Daniel, Esteban el mártir, el
apóstol Pedro y el apóstol Pablo también se arrodillaron para orar (Lucas
22:41; Daniel 6:10; Hechos 7:60; 9:40; 20:36; 21:5). Arrodillarse es una señal
de sometimiento a Dios y en Romanos 14:11 leemos “…ante mí se doblará toda
rodilla, y toda lengua confesará a Dios”.
Otros como Abraham, Moisés,
Aarón, y el rey David se postraban en oración, pero David también oraba sentado
(2 Samuel 7:18).
El apóstol Pablo le escribió al
joven evangelista Timoteo: “Quiero, pues, que los hombres oren en todo lugar,
levantando manos santas, sin ira ni contienda” (1 Timoteo 2:8). El rey David
exhortó a las personas a levantar sus manos en el santuario (Salmos 134:2).
Parece que hay varias formas de
acercarse respetuosamente a Dios, dependiendo de las circunstancias, y no
tenemos que asumir una postura específica para que nuestras oraciones sean
escuchadas.
Por estas escrituras, podemos
darnos cuenta que Dios y Jesús quieren que oremos, y no nos han dejado en
ignorancia en cuanto a este tema. No importa cuándo oremos o cuán largas sean
nuestras oraciones y ni siquiera la posición en que lo hagamos. Lo que Dios
quiere es que nos acerquemos regularmente a Él con reverencia y humildad.
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